El que rompió tantos corazones… Wagner murió por un corazón roto: Adolfo Martínez Palomo
En la sesión se ofreció un concierto a cargo de la mezzosoprano Verónica Alexanderson y el pianista Mauricio Náder.
Genio de la música, pero también un individuo “neurótico, odioso, mal amigo, excéntrico y arrogante”, Richard Wagner tuvo una compleja historia médica que resulta reveladora para encontrar explicación a algunos de los rasgos negativos de su personalidad, consideró médico Adolfo Martínez Palomo, miembro de El Colegio Nacional, durante la conferencia-concierto Richard Wagner (1813-1883) Morir en Venecia, del Ciclo Músicos y Medicina.
En el Aula Mayor de la institución, y de manera remota, a través de redes sociales, el colegiado analizó la biografía médica que dio pauta al concierto de la mezzosoprano Verónica Alexanderson y del pianista Mauricio Náder, quienes deleitaron al público con algunas piezas para piano y voz compuestas por el autor de Cabalgata de las valquirias.
Hoy, señaló Martínez Palomo, “nuestro compositor hubiera sido buen cliente de psiquiatras, psicólogos, oftalmólogos, gastroenterólogos, dermatólogos, cardiólogos y cirujanos generales. Las enfermedades tuvieron, sin duda, una influencia considerable en la vida cotidiana de Wagner. Las repercusiones físicas y psicológicas fueron numerosas y lo obligaban con frecuencia a interrumpir su actividad artística. Sin embargo, sus facultades creadoras nunca se alteraron”.
De acuerdo con el colegiado, Wagner fue “un caso típico de hipocondriasis”, es decir, padeció “una preocupación exagerada, constante y angustiosa por la salud”. De la lista de sus molestias se encargó su esposa Cósima (hija de Franz Liszt), quien mencionó en su diario que sufría de “insomnios, dolores e hinchazón de los pies, de las manos, mala digestión, presiones en el pecho, dolor de cabeza, zumbido de oídos, expectoraciones con sangre, fiebre, abscesos dentarios, inflamación de los ojos, etcétera”.
Estando exiliado en Suiza, imaginando ya la famosa tetralogía El anillo del nibelungo, el propio Wagner escribió a un amigo: “Mi salud no es de las mejores y mientras que mi cuerpo se muestra firme mi sistema nervioso está en un inquietante estado de debilitamiento progresivo, consecuencia de mi violenta y apasionada sensibilidad que hace de mí el artista que soy”.
Desde muy joven, Wagner sufrió “por enfermedades crónicas que lo obligaron a consultar a decenas de médicos, a estar en cama por largos períodos, a ser cliente asiduo de balnearios en donde se iba a curar alguna de sus enfermedades; balnearios supuestamente curativos, en los que trataban a los enfermos con todo tipo de agua: agua en forma de baños frecuentes, fríos y calientes, agua bebida, agua en enemas, además de una dieta rigurosa”.
Una posible causa de los dolores recurrentes de cabeza y de la irritabilidad del compositor, la ofreció hace más de un siglo un oftalmólogo inglés, Gould, quien afirmó que Wagner tenía un ojo desviado. Según el galeno, “estas molestias fueron debidas a una alteración ocular, es decir, el compositor tenía una desviación prominente del ojo izquierdo que al parecer trataba de disimular mediante esfuerzos conscientes para contraer los músculos oculares”.
Para una personalidad ególatra como la de Wagner, sostuvo Martínez Palomo, “la existencia muy evidente de una posición anómala del ojo izquierdo debe haber producido serios disgustos a lo largo de su vida”. Este mal, sin embargo, se sumaba a “un padecimiento abdominal, crónico y doloroso”.
Poca ayuda.
De acuerdo con el colegiado Adolfo Martínez Palomo, los médicos de la época poco hicieron para ayudar a Richard Wagner: “Nunca hicieron nada para atenuar sus molestias, más bien, lo que le mandaban acababa por producir más dolor. En una ocasión Wagner escribió a uno de sus médicos: ‘mis principales problemas son y siguen siendo las molestias del abdomen, las curas de agua que tomo con gran cuidado me afectan terriblemente’”.
“En una estancia en Londres escribió a un amigo: ‘estoy agotado, exhausto, mi intestino está en muy mal estado, me las arreglo comiendo lo menos posible, a veces sufro del vientre, a veces de la cabeza, es un martillo incesante’, y llega el extremo de decirle: lloro con frecuencia por estar eternamente asaltado, por lo que llama un genio hostil y malvado”, relató.
A las afecciones de irritabilidad y dolores de cabeza y de abdomen, Wagner sumaba, además, “una enfermedad crónica de la piel, acentuada en contacto con varios tipos de tela”. Si bien el compositor fue criticado por siempre vestir con ropa de seda, en realidad “no era un capricho”.
El colegiado recordó que buena parte de su vida, Wagner “sufrió de una afección cutánea que él y los médicos llamaban erisipela. Posiblemente era algo diferente a la erisipela, pero si se ponía algo que no fuera seda, tenía enseguida molestias. Y un día, una vez le comentó a su suegra Alice: ‘sólo en mayo he tenido tres recaídas de mi piel y aún hoy no pasa una hora en lo que no tema una nueva erupción, por ello no estoy apto para el trabajo y es evidente que debo buscar una cura radical’”.
Ya con 49 años, “Wagner se quejó de dolores opresivos en el pecho. Los síntomas quedaron latentes a lo largo de más de 10 años, al término de los cuales el compositor insistió a un médico que estaba enfermo del corazón. Pero el médico le dijo: ‘pero no tienes nada’. Poco más tarde empezaron a reaparecer las molestias del corazón, primero como consecuencia del ejercicio y luego acompañado de falta de respiración”.
Y a pesar de que Wagner sufría cada vez más por su enfermedad cardíaca, continuó su actividad artística hasta el final de su vida. El aumento en la frecuencia y la intensidad de los dolores del pecho, del corazón, le producían angustia, pero al solicitar ayuda médica se le insistía, “no te preocupes, lo que está mal es tu intestino. Tu corazón está bien”. En realidad, los médicos le fallaron porque hubieran podido aliviar al menos parcialmente sus molestias”, dijo Martínez Palomo.
Una prueba de ello, afirmó, es que “desde hacía tres años, antes de que empezara con las molestias del corazón”, ya se conocía de la utilidad de la nitroglicerina como remedio para la angina de pecho. “Sin embargo, sus médicos nunca le aconsejaron este medicamento. Nunca le hicieron mucho caso”.
En esa situación, en febrero de 1883, mientras el compositor se alojaba en un hotel de Venecia, “tuvo una violenta discusión con su segunda esposa, Cósima, porque Wagner había contratado a una cantante joven para que cantara en Parsifal. La discusión la escucharon todos los sirvientes y, hacia el mediodía, una sirvienta escuchó a Wagner gritar: ‘¡Mi esposa, doctor, mi reloj!’. Sus últimas palabras fueron “mi reloj”. El doctor Kepler, su médico, llegó hasta las tres de la tarde. Ese día Wagner murió a los 61 años de un infarto masivo”, contó el colegiado.
Según los expertos, sostuvo Martínez Palomo, el corazón de Wagner, literalmente se rompió. “Algunas veces ocurre que un corazón muy dañado en un esfuerzo final realmente se rompe, entonces Wagner murió porque se le rompió el corazón, a él que metafóricamente había roto tantos corazones”.
La sesión dedicada a Richard Wagner continuó con un programa musical, dividido en dos partes, a cargo de la mezzosoprano Verónica Alexanderson y el pianista Mauricio Náder. La primera titulada Tres hojas de álbum, incluyó tres piezas breves para piano: “Albumblatt in C”, “Albumblatt für Frau Betty Schott” y “Albumblatt für E. B. Kietz”. La segunda parte, Wesendonck lieder, estuvo compuesta por cinco canciones para voz y piano basadas en poemas de Mathilde Wesendonck, quien fuera amiga y musa de Wagner.
La conferencia-concierto “Richard Wagner (1813-1883). Morir en Venecia”, que forma parte del ciclo Músicos y medicina, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.
Foto: Cortesía.