La empatía de la educación
Los recursos didácticos de que dispongan, deben transmitir determinados conocimientos, habilidades o aptitudes a sus pupilos
Los diversos actores del proceso educativo suelen comprender la educación de maneras distintas. En primer lugar, los padres de familia la ven como la etapa de formación académica que deben recibir sus hijos, y muchos de ellos dedican gran número de horas, visitas y asesorías para inscribirlos en la escuela.
Los estudiantes la equiparan con el tiempo que deben dedicar para recibir un cúmulo de información y prepararse para continuar sus estudios o insertarse en el mundo laboral. Para los docentes, es el momento en el que, con los recursos didácticos de que dispongan, deben transmitir determinados conocimientos, habilidades o aptitudes a sus pupilos.
Los líderes sociales la ven como la forma en que se comprueba la pertinencia de su propuesta educativa. Los empresarios, como la formación que recibe la futura fuerza laboral. Por último, la comunidad la ve como el proceso de preparación de los ciudadanos que dirigirán al país.
Así como la forma de percibir la educación es diferente, también son distintos los roles que se desempeñan en torno a ella. Estos suelen cambiar y transfor-marse de acuerdo con la etapa de desarrollo de los alumnos. Por ejemplo, en preescolar, los padres de familia tienen un rol muy activo, que se transforma con el paso de los años conforme el alumno crece y asume un papel más dinámico.
En este mismo sentido, docentes y autoridades educativas esperan que exista una relación inversa entre la participación de los padres y el nivel educativo: entre más edad, mayor independencia y madurez de los alumnos.
Cada país tiene una concepción diferente sobre la educación. En algunos lugares es tema de preocupación nacional, y su relevancia es tal que aparece en sus billetes; en otros lugares, la sociedad está tan comprometida con la formación de sus ciudadanos que adaptan su rutina a las fechas de algunos exámenes para apoyar el desempeño de los jóvenes.
De la misma manera, hay lugares en donde padres y abuelos enfocan sus esfuerzos en el mejor aprendizaje de las nuevas generaciones, para lo cual buscan cursos adecuados y áreas de desarrollo.
Sería imposible tener una receta que nos conduzca a una preparación académica adecua-da, pero lo que sí podemos hacer y sin duda alguna dará excelentes resultados es desarrollar una actitud de empatía que nos permita enriquecer las propuestas académicas y ofrecer asignaturas que ayuden al desarrollo de los estudiantes.
Empatía que nos permita detectar carencias y áreas en las que al ayudar a los demás podamos enriquecernos. Empatía que nos permita estar agradecidos por las ventajas que tenemos y que muchos otros no, y, sobre todo, que nos impulse a usarlas para el bien de la sociedad. Empatía hacia nosotros mismos que nos per-mita ver nuestros errores como áreas de oportunidad; empatía que permita aplicar estrategias didácticas que hagan florecer a cada alumno; empatía que per-mita a quienes estamos cerca de los alumnos ver que son personas en desarrollo y están viviendo circunstancias diferentes.
En suma, empatía que nos permita identificar que todos como socie-dad debemos trabajar de la mano para salir adelante.
Por Elvira Zorrero Lara, académica de la UAG.
Foto: Tomada de la red.