Una exposición honra a los arqueólogos kenianos borrados de la historia
Las excavaciones arqueológicas arrancaron en Kenia en las primeras décadas del siglo XX, aún bajo el dominio colonial británico.
Una fecha y dos fotografías: era todo lo que la música británica de origen keniano Sherry Davis tenía de su abuelo, que trabajó en los yacimientos arqueológicos de la costa del país africano y cuyo nombre, Ndurya Karisa, como el de tantos excavadores locales, fue borrado de la historia.
Ahora, mediante una exposición con más de treinta fotografías rescatadas de archivos polvorientos que tiene lugar de manera paralela en Londres y en la ciudad keniana de Mombasa, Davis y el investigador keniano Ashikoye Okoko quieren dar a esos trabajadores el reconocimiento que jamás tuvieron.
Sin rostro, sin nombre
“Me di cuenta de que la historia fue borrada y quería reivindicarla”, dice Davis en una entrevista con EFE en Mombasa, la principal urbe de la costa keniana, mientras pasea en el patio del Fuerte Jesús, un imponente edificio construido por los portugueses a finales del siglo XVI y huella del primer intento exitoso de las potencias occidentales de controlar el comercio en el océano Índico.
En una de las galerías con arcos de esta fortaleza, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2011 y en cuya excavación y conservación trabajó su abuelo, se puede visitar la inédita exposición, titulada “Oda a los ancestros”, con imágenes que retratan a las decenas de trabajadores negros de los yacimientos desde los años cuarenta del pasado siglo hasta la actualidad.
Excavaciones en Kenia a principios del siglo XX
Las excavaciones arqueológicas arrancaron en Kenia en las primeras décadas del siglo XX, aún bajo el dominio colonial británico.
Profesionales blancos y extranjeros, como el arqueólogo Louis Leakey en el interior o su colega James Kirkman en la costa, cuna de la cultura suajili, firmaron algunos de los hallazgos más importantes. Pero no lo lograron solos.
“Los que excavaban eran cincuenta, sesenta, hasta cien habitantes locales, que llegaron a entender muy bien esos monumentos” y a adquirir conocimientos de arqueología tras décadas de trabajo, explica a EFE George Abungu, arqueólogo, exdirector de los Museos Nacionales de Kenia (NMK, por sus siglas en inglés) y protagonista de una de las fotografías.
Sin embargo, esos trabajadores kenianos fueron personas “sin nombre y sin rostro”, señala Abungu, y a pesar de que su conocimiento de esas construcciones ancestrales fue esencial, jamás vieron reconocido su papel, algo que pudo comprobar Davis.
Una aguja en un pajar
“Cuando entré (en el Fuerte Jesús) solo veía el nombre de James Kirkman en las paredes y me pregunté: ¿dónde está mi abuelo? ¿dónde está la gente negra?”, recuerda la artista.
Así que, con el apoyo del Museo Horniman de Londres -donde se puede visitar una exposición hermana- y la financiación de diferentes instituciones, decidió emprender una búsqueda de fotografías que reflejaran la labor de esos africanos.
“Era como buscar una aguja en un pajar”, recuerda Davis, que consultó sin éxito diferentes archivos en el Reino Unido, donde sólo pudo encontrar referencias e imágenes de los arqueólogos blancos.
En enero de 2022, Okoko, que trabaja como técnico audiovisual en los NMK, se unió al proyecto y empezó a investigar para encontrar aquellos rostros perdidos. No lo consiguió hasta siete meses después.
«Lo habitual en las excavaciones era fotografiar los objetos encontrados al lado de una escala», señala a EFE, y, en ocasiones, a los jefes blancos, pero nunca a los trabajadores negros, vecinos de la zona sin formación oficial pero cuyas comunidades habían convivido históricamente con los yacimientos o eran descendientes de quienes los construyeron.
Tras navegar durante meses por diferentes archivos, en los que sólo hallaba imágenes de los años setenta y ochenta (posteriores a la independencia de Kenia en 1963), Okoko descubrió, por fin, varias fotografías de la etapa colonial.
Aunque en algunas de ellas los retratados son irreconocibles, las imágenes son testimonios excepcionales de “las comunidades que llevaron de la mano a los arqueólogos a través de los bosques infestados de serpientes que tan bien conocían y sudaron sangre para que ese conocimiento fuera recogido y publicado en revistas internacionales de las que siempre estuvieron ausentes”, subraya Abungu.
Un grupo de trabajadores excavando una zanja bajo el inclemente sol tropical, un joven anónimo vertiendo agua en un cuenco o el primer equipo completamente africano de empleados del Fuerte Jesús (en los años ochenta) son algunas de las instantáneas que incluye la exposición.
Si bien la realidad que reflejan estas imágenes empezó a cambiar con la formación de cada vez más arqueólogos kenianos y la «africanización» de los museos e instituciones, es necesario seguir trabajando para «empoderar» a las comunidades que viven alrededor de los yacimientos, apunta Abungu.
Mientras, Ndurya Karisa sonríe en una fotografía de carné ampliada que Davis encontró durante sus pesquisas perdida en un pequeño bolsillo del monedero de su madre, satisfecho quizás con el reconocimiento que, finalmente, le ha dado su nieta.
Por Lucía Blanco Gracia.
Foto: EFE | El abuelo de Sherry Davis, Ndurya Karisa, supervisa las excavaciones del Fuerte Jesús, en Mombasa, en 1959. EFE/ Museos Nacionales de Kenia