Los escritores y la señora del mercado, todos son dueños de la lengua: Concepción Company
Se refirió a la capacidad metafórica de la lengua. Las metáforas deben entenderse en el marco de la creatividad que tienen las lenguas.
Las lenguas son herramientas de cultura que están vivas porque se usan y tanto los “hablantes de la banqueta como Octavio Paz son dueños de ella”, consideró la lingüista Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, al inaugurar el ciclo Lengua, espacios y vida cotidiana en México.
Durante la sesión realizada en el Aula Mayor de la institución, y en transmisión de manera remota a través de las redes sociales de El Colegio, la lingüista comentó sobre la capacidad creativa que puede tener una lengua al enlazar conceptos y creatividad para crear metáforas, como las relacionadas con el espacio en frases como “arrieros somos y en el camino andamos”, las que significan la fatalidad de algunos encuentros o “a tiro de piedra” para referir la lejanía o cercanía.
“La capacidad asociativa que tenemos los seres humanos de algo que saboreamos, que sabemos, que conocemos, se llama metáfora. Todos los hablantes sobre el planeta somos seres metafóricos capaces de generar abstracciones a partir de lo concreto”.
Las metáforas a su vez, agregó, “son proyecciones o abstracciones enraizadas en nuestro sistema conceptual cultural. Son una asociación que requiere estar arraigada en el sistema colectivo cultural de una comunidad” y existen de dos tipos: orientacionales y ontológicas.
Todas las metáforas, dijo, deben entenderse en el marco de la creatividad: “En el nivel individual es la capacidad biológica de todo ser humano de hacer asociaciones entre dos ámbitos, entre dos mundos, las partes del cuerpo, sin pies ni cabeza, es decir algo no tiene ni pies ni cabeza, pero esa creatividad individual debe estar enmarcada en unas coordenadas geográficas, culturales, experienciales en las que los individuos vivimos”.
Como ejemplo, señaló: “sólo los mexicanos tenemos chapulines políticos, el insecto físico genera metáforas de dar brincos por conveniencia, tenemos muchos brincos: chapulín, chapulinear, chapulinismo, chapulineo. Solo los mexicanos tenemos esas metáforas basadas en insectos y tenemos que estar seguros de que tenemos chapulines y no saltamontes, que así los llamamos nosotros y que además nos los comemos, sin problema”.
Otra forma de generar metáforas es a través del parentesco. “Todas las lenguas del mundo generan metáforas con el parentesco, pero hay que estar condicionado culturalmente para saber el desequilibrio que hay entre madre y padre en México. El padre, ‘que padre, no, que bonito’, pero la madre, también: ‘poder estar bueno, a toda madre’, pero ‘esto es una madre’, ‘que madrecita me regalaste’. La pobre madre está en boca de todos; las entradas de los diccionarios de mexicanismos para madre son dos páginas y para padre es una sola acepción, por lo tanto, eso es un hecho cultural”.
Espacio y color, generadores de metáforas
Concepción Company señaló que el espacio y el color son grandes generadores de metáforas. “El espacio es el gran generador de metáforas para todas las lenguas del mundo, pero no todas las lenguas del mundo usan los mismos códigos de espacio para generar las mismas metáforas. Todas, a partir del espacio generan metáforas, pero el español genera unas metáforas específicas que vamos a ver a partir del espacio”.
“Los colores, todas las lenguas generan a partir del espectro físico de luz de colores, generan metáforas, pero, por ejemplo, para el inglés blue es tristeza, para nosotros el azul no es tristeza fundamentalmente, para nosotros la tristeza, la depresión, está en la gama de los negros; los grises, en otro ámbito de colores”.
El espacio, afirmó la colegiada, es el mayor generador de metáforas en todas las lenguas del mundo: “El espacio es el ámbito cognitivo, o ámbito lingüístico, que más metáforas genera en todas las lenguas del mundo. Nosotros vamos a analizar aquí cuáles son las expresiones generadas, las coordenadas espaciales que permiten generan metáforas en el español”.
“Cualquier dimensión espacial: arriba o abajo, la vertical, la horizontal, a izquierda o a derecha, o circular, adelante, atrás, cualquiera de las dimensiones espaciales genera metáforas. En español algo que está arriba suele ser bueno o positivo y algo que está abajo es menor, es peor y es malo”.
La lingüista explicó que existe “una gran metáfora que no podemos entender si no entendemos un cambio cultural gigante que se produjo hace 2000 años y es como los hispanohablantes concebimos el futuro como un camino que hay que recorrer, una vida como camino”.
El marco lingüístico consiste en que el latín tenía un futuro, tenía modos de codificar el futuro, pero se perdió por completo. “Los modos latinos de expresar el futuro se perdieron y fueron sustituidos en todas las lenguas romances por metáforas como voy a cantar, tengo que cantar, debo cantar, voy a pensármelo…”
La pregunta, afirmó, “es ¿por qué se perdió un futuro si lo había? Durante 800 años los romanos usaron un futuro y por qué todas las lenguas romances: francés, italiano, portugués, occitano —lengua que se hablaba, se escribía y quedan algunos residuos en el sur de Francia—, el catalán, el castellano, todos los dialectos de Italia, que es un mundo, usaron formas perifrásticas y todas eligieron verbos de tipo obligativo: tener que, de ver que, me he de comer esa tuna”.
La explicación tradicional fue que para los romanos “los tiempos futuros en latín eran demasiado irregulares, tenían dos modos de expresarse, había mucha irregularidad, esta es la explicación tradicional de que la irregularidad se controla peor; que, además, los romanos no distinguían entre el futuro, propiamente, de cantaré y cuando yo cante, que no lo distinguían”.
Fue, relativamente hace poco, en 2006 cuando se dio una explicación: “se nos había pasado algo fundamental, y es que la visión del mundo cuenta y genera metáforas y que paso algo en la historia de la humanidad que fue clave para entender por qué los romanos, que habían tenido estos futuros irregulares por unos 700 u 800 años, los hijos de estos romanos en el siglo I empezaron a tirar a la basura esos futuros romanos, latinos, y lo sustituyeron por me he de comer una tuna, cantaré, voy a cantar, voy a comer”.
Esta concepción, explicó Company, en las lenguas del mundo concibe dos formas del tiempo: “O bien yo estoy quieta, se llama tiempo en movimiento, y el tiempo viene a mí. Yo puedo decir la semana que entra, la semana que viene, y es obvio que no está viniendo ninguna semana, o el mes que entra, o el año entrante, palabras que significan que el tempo es el que se está moviendo, ese es un modo de concebir el tiempo”.
“Y el otro modo, y bien las lenguas prefieren el tiempo en movimiento o un individuo que se está moviendo quieto, que es el caso de porvenir, el venidero, el de venir, el mes entrante, el año que viene, el año que entra, de un individuo que se está moviendo en el espacio y se llama tiempo en movimiento, que es el yo en movimiento y eso es una metáfora del tiempo”, agregó.
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