Sugerente y provocador lo que Italo Calvino escribió de México: Juan Villoro
El miembro de El colegio Nacional cerró el ciclo El mapa de la lluvia. Italo Calvino en su centenario.
Lo que Italo Calvino escribió sobre México, su gastronomía, el árbol del Tule en Oaxaca o de zonas arqueológicas como Tula, en Hidalgo, “es realmente muy sugerente y muy provocador”, estimó el escritor Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional, al concluye el ciclo de conferencias El mapa de la lluvia. Italo Calvino en su centenario.
En el Aula Mayor de la institución, el colegiado dictó la ponencia “Italo Calvino en México”, con la que repasó los diferentes momentos en los que el escritor italiano se refirió al país en su literatura, así como los vínculos que sus ancestros, particularmente su padre, desarrollado con México en la época del porfiriato.
Para Calvino, “como diría Jacques Derrida, el gran filósofo francés, donde hay una huella, hay un lenguaje; entonces, él es un descifrador continuo de huellas, a esto se dedicó durante toda su vida de distinta manera: lo hemos visto hacerlo en clave de novela, relacionada con temas sociales, de novela que tiene que ver con asuntos políticos o ecológicos, lo hemos visto también incursionar en la ciencia ficción para ver los códigos del universo de otra manera”.
“En los más distintos territorios hemos encontrado a un Calvino que está conjugando lenguajes; no es casual que se haya interesado en sistemas combinatorios como el tarot, por ejemplo, que es una manera narrativa de interpretar a las personas y al interpretarlas de ese modo va creando una historia”, dijo.
Hijo de botánicos, recordó el colegiado, “para Calvino el lenguaje es una naturaleza” que se alimentó de ver a sus padres clasificar plantas. En Santiago de las Vegas, Cuba, donde nació y posteriormente en San Remo, Italia, “creció rodeada de plantas que eran clasificadas por sus padres, se trataba de un jardín razonado, etiquetado, porque cada una de las plantas tenía la pequeña etiqueta que ponían los botánicos con su nombre en latín y el nombre popular en italiano”.
“A Calvino le llamaba mucho la atención el nombre en italiano, y si podía ser dicho también en dialecto, porque hay muchos dialectos de Italia y él sentía que cuando el nombre de una planta pasaba del latín al italiano, esa planta vivía de otra manera”, expuso.
En busca de esas huellas, Calvino habló de México en su libro Colección de arena, en una historia de viaje en la que cuenta su propia experiencia visitando el árbol del Tule, en Oaxaca. “Este texto se llama 'La forma del árbol' y dice Calvino que nunca en su vida ha estado ante un ser vivo más antiguo que el árbol del Tule, sólo en México pudo estar ante una criatura milenaria que es más viejo que Cristo”.
“Está sorprendidísimo y dice, pero cómo fue posible que perdurará. Entonces ahí también busca, con este sentido deductivo que tenía Calvino, la gramática del árbol y dice: 'el tronco parece unificar en su perímetro actual una larga historia de incertidumbres, acoplamientos, desviaciones, parece ser que de estas incertidumbres y todo eso logra una condición tan poco viviente que ya no puede morir'; o sea, el secreto de la longevidad de este árbol es que ya está casi extinguido, ya casi no tiene energía, pero justamente en ese ahorro casi absoluto de la vitalidad está el secreto de su insólita permanencia”.
Otro libro en el que se ocupa de México, señaló Villoro, es Palomar, último libro que concluyó Calvino y que publicó en vida: “Palomar es el nombre de un observatorio astronómico y Calvino usó este nombre como el apellido de una persona que se le parece mucho, que se le parece tanto que realmente es su doble, su alter ego, entonces él quiso tener un alter ego que pudiera ser una persona definida por la manera en que miraba el mundo, por la manera en que observaba”.
Así, “Palomar viaja a Japón, viaja a otros países, a Francia, pero viene a México, país en donde estuvo Calvino varias veces”. En Palomar, el autor italiano incluyó un texto titulado 'Serpientes y calaveras', “un texto muy interesante porque Calvino visita la zona arqueológica de Tula, ve los atlantes de Tula, va en compañía de un intelectual mexicano que tiene una capacidad extraordinaria para interpretar, es un intelectual que en cada piedra ve un dios y en cada friso ve un mensaje sagrado”.
En un planteamiento sobre los límites de la interpretación, “pronto, estando ellos en el sitio arqueológico y sumidos en está decodificación tan extrema, llega un maestro de escuela con niños de la zona, muchos de ellos de rasgos indígenas, y los niños le preguntan al maestro, '¿qué quieren decir estas piedras?'; el maestro contesta 'no se sabe lo que quieren decir', y así siguen, de pronto Palomar, es decir Calvino, porque es quien lo representa, dice: '¿cuál de las dos interpretaciones es la correcta?'”.
En el mismo texto, ahora en la zona maya de Palenque, “lo que le interesa a Calvino a través de la figura de Palomar, es comparar el lenguaje de la arquitectura con el lenguaje de la naturaleza, porque la intrincada arquitectura maya, con estas cresterías que coronan los edificios y que parecen ser como un encaje de piedra son un espejo de la intrincada naturaleza, de las frondas de los árboles, de la selva, entonces él dice: 'la selva es el original y el edificio es la copia, pero quizás todo original se arrepiente de ser copiado y todo original quiere volver a apropiarse, se va a expandir su naturaleza disolviendo la copia'”.
La historia que nunca escribió Calvino.
Antes de que Italo Calvino llegue al mundo, hace 100 años, su padre, Mario Calvino, vivió en México “nada más y menos que ocho años”, contó Juan Villoro.
“Vino aquí en tiempos de Porfirio Díaz, lo cual fue algo muy curioso, y esto nos lleva también al tipo muy peculiar de escritor que fue Calvino, porque vean la maravillosa historia que él tenía entre manos a partir de su padre y que nunca usó en la literatura”.
“Muchos otros autores hubieran utilizado esta experiencia, este capital para escribir una novela política, una novela de espionaje, una novela histórica y, sin embargo, Calvino, con esta mente que tenía más como de descifrar lenguajes que lo sorprendían que de nutrirse de una experiencia directa, dejó pasar esto y nunca escribió esa novela”, señaló.
Siendo científico, en 1908, el padre de Calvino participaba en la masonería, “era una persona que no era católica, no era religiosa, tenía amigos anarquistas y socialistas”, y un amigo ruso le pide su pasaporte para regresar a su país, pero en el camino intenta asesinar al zar Nicolás II. “No lo logró, pero cuando lo detuvieron, no lo detuvieron como Lebedintzev, lo detuvieron como Mario Calvino”.
Ese año, el Corriere della Sera publica la noticia y “genera un escándalo terrible, ya de por sí él es una persona que participaba en la masonería y le han hecho una oferta por parte del gobierno de Porfirio Díaz de irse a México y dice: 'este es el momento de escapar'. Pero, díganme, si no es una historia fabulosa que nunca usó Calvino y eso habla mucho de este desperdicio de la experiencia directa para buscar una experiencia más”.
Mario Calvino llega a México, “lo recorre de punta a punta dos veces, trabaja en agronomía ampliamente y se hace cargo al final de su estancia de la agronomía de la península de Yucatán. Yucatán está tratando de pasar del monocultivo de henequén a otro tipo de plantas y Mario Calvino colabora con esto; en 1917 se quiere enrolar en las tropas revolucionarias, porque cuando Estados Unidos combate a las tropas de Pancho Villa en el norte del país, él dice que es el momento de defender a México del imperialismo norteamericano y trata de afiliarse al ejército”.
Aquí, “no lo aceptar, la situación se empieza a volver muy revuelta en el país y tiene una oportunidad ir a Cuba, entonces por esa razón se va a Santiago de Las Vegas, ahí ya se establece con Eva Mameli, su esposa, y dirigirán una estación de floricultura experimental con todas las plantas tropicales que puede brindar la isla de Cuba. Entonces esta historia que no escribió Calvino sin duda gravitó en su mente como el pasado medio revoltoso, misterioso de su padre”, concluyó el colegiado.
Con esta cátedra, Juan Villoró culminó con el ciclo El mapa de la lluvia. Italo Calvino en su centenario, cuyas conferencias se encuentran disponibles en el Canal de YouTube de la institución.
Foto: Cortesía.