De mi lectura de Kafka, Deleuze y Guattari rescato que la verdadera risa es la risa solitaria del lector: Christopher Domínguez Michael
La gran maravilla de la crítica está en que abre un abanico de lectura de manera infinita.
Lo “maravilloso” de la crítica literaria “es que abre el abanico de lecturas” que una obra puede contener “de una manera infinita, y una interpretación puede ser más convincente que otra”, sostuvo Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, al continuar el ciclo Grandes críticos literarios del siglo XX, en esta ocasión dedicado a Deleuze, Guattari, Kafka.
En la sesión, dictada en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, el crítico literario se refirió al trabajo que los filósofos franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari realizaron, en conjunto, sobre la obra de Marcel Proust y, más particularmente, de la obra de Franz Kafka, en donde identificó la mayor aportación de la dupla de pensadores.
De acuerdo con el colegiado, la crítica literaria de los dos autores franceses mostró el lado cómico del autor de La metamorfosis. “Lo central en Kafka, dicen Deleuze y Guattari, es que es un autor cómico. Esto a nadie se le había ocurrido, y si a alguien se le había ocurrido, yo lo ignoro o no lo había desarrollado con la felicidad con la que se desarrolla en Kafka: por una literatura menor (ensayo crítico publicado por los franceses en 1975)”.
La crítica literaria de la pareja de pensadores, abundó Domínguez Michael, señala una parte de la literatura de Kafka “que no solemos tomarnos en serio, que es lo cómico. Cuando digo lo cómico —Deleuze y Guattari lo dicen— no estoy diciendo que sea tonto, trivial, sino que es una parte que es considerada menor: siempre lo humorístico está debajo de lo trágico; siempre, en el fondo de nuestros corazones creemos que, por más que nos guste Aristófanes, está un pasito abajo de Sófocles, Esquilo o Eurípides”.
En La metamorfosis, el relato más famoso del escritor checo, “que Gregorio Samsa despierte convertido en escarabajo, ante la molestia e indiferencia de su familia, puede significar muchas cosas, pero también es una situación cómica que habla del sentido de lo cómico, que es la inadecuación radical de los hechos ante el sentido del mundo, hechos que, por otro lado, son verosímiles o inverosímiles”.
“Lo que hizo Kafka en La metamorfosis fue llevar lo inverosímil al grado de lo cómico. Igualmente, las situaciones ocurridas en El castillo y en El proceso reflejan la incomprensión de un ciudadano ante los mecanismos absolutamente absurdos de la justicia, de una justicia burocrática diseñada para engañar, humillar, esquilmar y todo ese largo etcétera que los mexicanos conocemos perfectamente”.
Situaciones como las descritas por Kafka, refirió el colegiado, tiene un lado profundamente desagradable y trágico, “lo sabe quién lo haya sufrido. Que hablen aquellos que van a dar a la cárcel 40 años por errores judiciales, negligencias, mala fe o por la criminalidad misma. Sin embargo, todas esas peripecias tienen un grado en que, aún el más sufriente de los seres humanos, acaba riéndose de su desgracia”.
Un monstruo de dos cabezas
La obra de Kafka, en palabras de Domínguez Michael, “como muy bien detectaron Deleuze y Guattari, está llena de episodios chuscos, cómicos, tragicómicos, que forman un tipo de rebeldía distinta al que se le quiso encontrar de orden agnóstica, existencial, religiosa, sino una manifestación de lo absurdo, para hablar en términos de los años cincuenta, de lo absurda que podía ser la condición humana”.
Ese absurdo, en Kafka está desprovisto de la “altísima solemnidad” que le otorgaron al concepto autores como Sartre y Camus: “Tuvo que venir la interpretación cómica de la obra de Kafka por Deleuze y Guattari para que nos diéramos cuenta que Kafka puede ser leído de la manera que ustedes quieran, pero también como un gran autor cómico, un autor cómico del nivel, desde luego, de Aristófanes”.
Personalmente, dijo el colegiado, “cuando leo a Kafka me río, no lloro. Con otros autores lloro, me da muchísima tristeza, aquí no, aquí veo un mundo gozosamente absurdo donde la libertad, para hablar de la famosa palabra que tanto interesaba en las polémicas de los años 50 del siglo pasado, la libertad está en un lugar de soledad donde uno puede reír sin necesidad de los otros, porque la risa con los otros es la verdadera risa, y esta es la lección que yo saco de mi lectura de Kafka, de Deleuze y Guattari, la risa solitaria del lector, cuando nadie nos está escuchando, nadie nos está contando un chiste, ni nosotros se lo estamos escuchando a otro, sino surge naturalmente de ese diálogo silencioso”.
Aún más, “cuando ese diálogo silencioso se ve interrumpido por la risa, yo creo que estamos ante un grandísimo escritor. Yo no hubiera llegado quizás a este Kafka de no haber pasado por el Kafka de Deleuze y Guattari”.
Christopher Domínguez Michael señaló que la dupla formada por Deleuze y Guattari se parece a otras parejas de pensadores como Marx y Engels, los esposos Curie o Bouvard y Pécuchet. Al encontrarse, se crea “este monstruo de dos cabezas o este engendro genial, una pareja como no las ha habido en la historia de la frontera entre la crítica literaria, la filosofía, la política, el psicoanálisis, y crean una obra difícil de dividir”.
“Se insiste con frecuencia, en que se suele hablar de Deleuze y dejar a Guattari en segundo término, como si fuera el Engels de Marx, pero no es justo. Si bien la filosofía venía de Deleuze, la experiencia de Guattari, que vivió toda su vida a cargo de una clínica psiquiátrica que se llama La Borde, donde murió cerca de ahí, su experiencia fue esencial en la ventura y en la desventura de las teorías de ellos”, advirtió.
En todo caso, opinó, “trabajaron la crítica literaria en dos casos, obviamente extraordinarios. En uno me parece que lo hicieron mal, en el de Proust, y en otro lo hicieron genialmente, en el de Kafka”.
El colegiado consideró que la visión sobre Proust tuvo falta de dimensión: “Si uno lee, yo leí el Proust y los signos, como lo tradujeron en español, de Deleuze, y me decepcionó profundamente. Habiendo leído tantos, tantísimos libros sobre Proust, no sentí que me aportara nada nuevo, sentí que me estaba llevando a una discusión que no era mía, y no era mía por falta de competencia, por ignorancia”.
“Yo creo que el Proust de Deleuze no aporta, es una contribución más en la eterna discusión, solapada o no, de qué tanto tiene que ver la teoría de la memoria de Bergson y En busca del tiempo perdido de Proust. Era lógico, pasando a Kafka, que fuera más interesante para ellos el autor checo en lengua alemana. El libro se conoció muy pronto en español, Jorge Aguilar Mora lo tradujo dos, tres años después de su aparición, a principios del 75, se llama Kafka: por una literatura menor”.
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