Dacia Maraini abrió el Salón Literario Carlos Fuentes
La polifacética escritora italiana charla sobre feminismo, maternidad y muerte, junto con la escritora mexicana Guadalupe Nettel.
Aunque nació en el seno de una familia de intelectuales, con un padre antropólogo, una madre pintora y con unas abuela y bisabuela escritoras, la dramaturga, novelista, poeta y ensayista italiana Dacia Maraini afirmó que su noción de la injusticia es innata, y que esta ha sido la pauta de su idiosincrasia.
Ella fue la encargada de inaugurar el Salón Literario Carlos Fuentes de la edición 37 de la FIL Guadalajara, en donde recibió también la medalla que lleva el nombre del escritor mexicano.
Guadalupe Nettel fue la encargada de dirigir las reflexiones de Maraini, quien resolvió, ávida, cada una de las preguntas que la mexicana le lanzaba a partir de sus textos. Nacida cerca de Florencia, Italia, en 1936, emigró a Japón porque su padre estudiaba a un grupo étnico. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial su familia fue internada en un campo de concentración para antifascistas cuando ella contaba con apenas siete años, en 1943, y permanecieron en ese sitio hasta 1946.
Nettel le preguntó entonces si esta situación influyó en su vida y obra. Al respecto, dijo que el ejemplo de ética y de lealtad de su madre fue lo que más la marcó ese momento de su vida, pues su madre decidió ir al campo en lugar de aceptar las ideas fascistas que le trataban de imponer, aun a costa de la salud y la vida de su familia.
Después, Nettel la inquirió sobre las circunstancias que la llevaron a convertirse en feminista, en luchar por la libertad y derechos de las mujeres. Maraini respondió que no fue tanto el crecer en un ambiente intelectual, sino un sentimiento innato. Compartió que en ese entonces su padre la acusó de arruinar un libro, lo que ella negó. Como no le creyeron, se enojó tanto que se escapó de la casa.
Cuando se percataron de su ausencia, sus padres comenzaron a buscarla por todos lados; recibieron entonces una llamada de la policía donde les informaban que estaba en la comisaría. Años después, sus padres le contaron que la encontraron rodeada de policías, a quienes repetía que la habían acusado injustamente, que se quería quedar mejor con ellos y convertirse en gendarme.
Ella pensaba que la injusticia sólo era un acto cometido hacia su persona. Fue con el tiempo que entendió que los actos injustos le pertenecen a todo el mundo, y que cada persona debe luchar contra ellos. Al percatarse de la desigualdad y los abusos en contra de las mujeres, vio los actos como ejemplos de lo injusto que era el mundo patriarcal, y comenzó a defender el feminismo.
Entre otros temas que interesaron a la escritora mexicana estaba la situación de la maternidad en Italia, pues desde su perspectiva, décadas antes, las madres eran muy respetadas y las nuevas generaciones de mujeres ya ni siquiera querían tener hijos. La respuesta de Maraini fue que reconocía el fenómeno, pero que no era propio de Italia, sino más bien una tendencia cultural que se da sobre todo en países “más emancipados”, donde las mujeres ya no sólo buscan tener hijos por tenerlos, sino que se preocupan por el futuro de ellos y tienen conciencia de que vivimos en un mundo superpoblado, donde los recursos del planeta ya no alcanzan.
Otra explicación es que la propia naturaleza encuentra mecanismos para autorregular. “El mismo mundo crea frenos, sin saberlo nosotros”. Destacó que ha leído estudios que revelan que la esterilidad está creciendo muchísimo.
La educación, el antisemitismo, las guerras y la circularidad de los males fueron otros temas que tocó Nettel, quien finalmente le preguntó sobre el derecho a decidir cuándo y cómo nos gustaría que ocurriera nuestra muerte, a propósito de su obra Il diritto di moriri (El derecho de morir). La italiana respondió que vivimos en una cultura católica donde Dios es el propietario de la vida humana, por lo que es fácil concebir que el suicidio es un pecado.
En cambio, desde una actitud laica se dice que la vida y la muerte no pertenecen a un dios, sino a cada persona. Es de ahí donde le llega la idea de que en principio se tiene que convencer a una persona de no matarse y de explorar todas las alternativas, pero si no las hay (como por una enfermedad o estado de salud), la persona tiene el derecho de hacerlo y de una manera no dolorosa: no tiene por qué lanzarse de una ventana o morir lentamente envenenada.
Tras la charla, Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, y Ricardo Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara, entregaron a ambas escritoras la Medalla Carlos Fuentes.
Foto: Cortesía.