Una feria del libro es un canto a la democratización de la cultura: Antonio Lazcano
El biólogo mexicano narró la historia del primer niño vacunado, en el marco de la FIL Guadalajara 2023.
Durante la tercera jornada de actividades de El Colegio Nacional en la FIL Guadalajara 2023, el biólogo y colegiado Antonio Lazcano ofreció un repaso histórico de las vacunas, con énfasis en el caso del primer niño inoculado. Se trató de un huérfano ruso que fue rebautizado por María Fiódorovna, emperatriz rusa, como Vacunov, el hijo de la vacuna.
En el preámbulo a su conferencia, Lazcano destacó la importancia de las ferias de libro en el desarrollo de las sociedades: “Una feria del libro es un canto a la libertad, un canto a la cultura, un canto al derecho de los jóvenes, de los adultos y de los ancianos, a cultivarse. Cuando uno se cultiva, desarrolla un pensamiento crítico y sabe verse a sí mismo y a los demás, lo que contribuye al desarrollo de una sociedad más igualitaria, democrática y justa”.
En su conferencia, Lazcano subrayó el rol de las mujeres de la Ilustración, quienes jugaron un papel fundamental para la erradicación de la viruela, ya que, consideró, es importante reconocer el compromiso de una serie de mujeres, “convencidas de la parte secular de la naturaleza y de su responsabilidad como gobernantes. Ellas tuvieron una visión de Estado que permitió que la inmunización se extendiera como una regla de salud pública en todo el mundo”.
Lazcano inició la historia de las vacunas hablando sobre los contagios que hubo en América luego de la llegada de los españoles a Mesoamérica. En opinión del biólogo, el mejor aliado de Hernán Cortés no fueron los tlaxcaltecas, sino la viruela, que diezmó a buena parte de la población indígena durante el proceso de conquista.
Posteriormente, Lazcano narró el papel de lady Mary Montagu, esposa del embajador de Inglaterra en Estambul. En una de las cartas que envío a Inglaterra, contó que en el entonces país otomano, la viruela era una infección inofensiva gracias a la inoculación: “Montagu contó que cada otoño, iba un grupo de mujeres del Asia menor tocando las puertas de los palacios, negocios y casas, llevando una cascarita de nuez, que contenía el polvo de las cicatrices de las personas que habían padecido viruela. Ellas preguntaban: ‘¿quiere usted inocular a sus niños para protegerlos de la viruela?’”.
Además, las mujeres organizaban fiestas donde “vacunaban” a los niños. Uno de los estos niños fue el hijo de Montagu.
Posteriormente, Montagu le contó el proceso de vacunación a su amiga, la princesa de Gales, quien decidió inocular a sus hijos como una decisión de Estado. Con esto, la monarca garantizó que sus descendientes al trono no murieran de viruela. A partir de ese momento, la sociedad europea comenzó un proceso de vacunación, principalmente en la realeza. Incluso, las damas de la corte usaban en sus vestidos detalles bordados que representaban las cicatrices de las viruelas, lo cual era una compaña para promover la vacunación.
La práctica llegó al imperio ruso, con Catalina la Grande, inoculada por un médico inglés, “se sintió mal un par de días, regresó a la corte y tenía algunas pústulas ya secas, las molió, inoculó al hijo y repartieron en unas cajitas el polvo seco entre 140 miembros de la nobleza, aunque transformó su inoculación en un acto de proporciones mesiánicas.”
Hasta ese momento, la vacunación únicamente era exclusiva de la nobleza. Fue hasta las investigaciones de Edward Jenner que se puedo desarrollar una vacuna formal y una campaña de inoculación, y la noticia de su éxito llegó al imperio ruso, precisamente, a los oídos de la emperatriz María Fiódorovna . Los primeros vacunados fueron los huérfanos de un orfelinato de Moscú y, al primer niño en ser vacunado, como no tenía nombre, lo llamó Vacunov.
“Del Kremlin salió un gran séquito —con todo el esplendor y refinamiento de la Ilustración— para recorrer las callas de Moscú y llegó a un orfanatorio fundado por Catalina la Grande. Las monjas ya habían escogido uno de los huérfanos y lo vacunaron”, recordó el colegiado. Este niño anónimo fue nombrado Vacunov por la Emperatriz.
“No tenemos registro de Vacunov ni de su descendencia, pero se sabe que la emperatriz le regaló una casa de campo. No tuvo protección del Estado y tampoco recibió ningún título nobiliario, pero el niño quedó protegido”, recordó Lazcano.
Fiódorovna reconoció la labor científica de Jenner con una serie de cartas, reconocimientos y unos terrenos en los cuales el científico creó un centro para seguir estudiando las vacunas: “La visión de Jenner fue similar a la de [los colegiados] Ignacio Chávez, cuando fundó el Instituto de Cardiología, o del doctor Zubirán en Instituto Nacional de Nutrición; gente con una visión de Estado”.
La vacunación en la Nueva España
El rey Carlos IV de España, por iniciativa del médico Francisco Javier Balmis, organizó una campaña de vacunación en todos los territorios de España, incluido el Virreinato de la Nueva España y las Filipinas. Aquella misión se llamó La real expedición filantrópica de la vacuna. Estuvo integrada por 12 niños, portadores de la vacuna, quienes eran cuidados por una madre soltera de nombre María Isabel Cendela y Gómez.
“Cendela y Gómez con mucha devoción a estos niños, por esta razón es conocida como la primera enfermera mexicana. Los mexicanos horramos a doña Isabel porque se le da una medalla con este nombre a la enfermera más destacada. Lo que encuentro asombroso es la visión de Estado, ya no es un acto de caridad de una orden religiosa. Es la responsabilidad de los gobernantes proteger la salud de todos quienes viven bajo la jurisdicción del Estado”, finalizó el colegiado.
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