Teotihuacan dejó una huella indeleble en la Mesoamérica del clásico; su colapso cimbró a la región: Linda Rosa Manzanilla
En la sesión participaron la doctora en Ciencias Ambientales, Laura Beramendi Orosco, el arqueólogo Luis Barba Pingarrón y el antropólogo Raúl Valadez Azúa.
La vida de los habitantes de uno de los más grandes complejos arqueológicos mexicanos fue recreada por especialistas, en la primera parte del simposio virtual interdisciplinario ¿Qué pasó después del colapso de Teotihuacan?, coordinado por Linda Rosa Manzanilla.
Beramendi Orosco sostuvo que, con los trabajos de excavación de los años 90, quedó claro que después del colapso teotihuacano hubo una ocupación del inframundo, es decir, de los túneles. “Había entierros, áreas de actividad y viviendas en el periodo azteca”.
“El gran volumen de las estructuras teotihuacanas es la tierra recogida de la superficie del sitio arqueológico y la piedra que utilizaron principalmente fue el tezontle”, expuso Barba Pingarrón.
“Teotihuacán dejó una huella indeleble en la Mesoamérica del clásico y su colapso cimbró la historia de esta región”, aseguró Linda Rosa Manzanilla, miembro de El Colegio Nacional, al iniciar la primera parte del simposio virtual interdisciplinario ¿Qué pasó después del colapso de Teotihuacan? Sesión en la que un grupo de especialistas recrearon la vida de los Coyotlatelco y Mazapa, primeros habitantes que llegaron al complejo arqueológico del noreste de la Ciudad de México después de su incendio.
La arqueóloga del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, recordó que la gran Ciudad de Teotihuacán, en el centro de México, “fue un asentamiento urbano único en su tiempo, no sólo por los 20 kilómetros cuadrados de extensión y su traza ortogonal, sino por albergar una población multiétnica con base corporativa en la que los grupos sociales eran más importantes que los individuos”. Fue capital de un estado débil de primera generación, fue un centro de producción de manufacturas y de movimiento de materias primas y bienes alóctonos. Además, contó con tianguis de barrios.
Este simposio nace del proyecto interdisciplinario “Estudios de túneles y cuevas en Teotihuacán”, dirigido por Linda Rosa Manzanilla, que inició en 1987 y abracó de 1992 a 1995. La iniciativa indagó en lo que ocurrió después del incendio del centro de Teotihuacán, cuando llegaron los grupos epiclásicos y salieron aquellos que moraron en la urbe. “Los recién llegados conocidos como Coyotlatelco, por sus vínculos con el bajío, se establecieron tanto encima de la ciudad destruida como en los túneles al este de la región, así como al este de la pirámide del Sol, saqueando estructuras principales en la plaza de Xalla”.
La colegiada enfatizó que la excesiva autonomía de aproximadamente 22 barrios respecto del gobierno central, es decir, la existencia de una élite gobernante austera y la presencia de nobles de rango medio administradores de los barrios, fue lo que pudo amenazar al estado teotihuacano, elementos que pueden identificarse en los restos arqueológicos y en el incendio que destruyó el palacio de Xalla, en el centro de Teotihuacan, en el 570 d. C. Fue gracias a la excavación que se pudieron conocer las actividades de subsistencia, manufacturas y rituales de estos grupos que dieron paso a los aztecas.
Después de excavar extensivamente cuatro túneles al oriente de la pirámide del Sol para constatar su uso ritual, la colegiada encontró una visión completa de la vida doméstica de sus habitantes. “Las oquedades subterráneas, los espacios oscuros sugerentes de fantasías y mitos fueron para los pueblos prehispánicos muchas cosas, desde canteras de materiales constructivos, sitos de habitación, lugares de manufactura que requirieron, centros de reformulación del poder político, sitios de generación de agua sagrada y lugares de la muerte”.
Agregó que, para los grupos epiclásicos, los Coyotlatelco y los Mazapa, los huecos subterráneos tuvieron una connotación de oráculo, de lugares de origen y de vientre de la tierra productora de pueblos. Gracias a los estudios de carbono, de la fauna, de las vasijas y restos óseos encontrados, “tenemos un cúmulo de información que nos permite recrear cada capa de pueblos que llegaron a ocupar estos espacios subterráneos. Espero que este cúmulo de información sirva para que otros construyan interpretaciones futuras”, concluyó.
En relación con la cronología de Las ocupaciones post-teotihuacanas en el Valle de Teotihuacan, Laura Beramendi Orosco, investigadora del Instituto de Geología de la UNAM, sostuvo que gracias al proyecto interdisciplinario dirigido por la doctora Linda Rosa Manzanilla, quedó evidenciado que las oquedades subterráneas de la región no eran cuevas naturales, sino túneles generados por los teotihuacanos al momento de extraer materiales como tezontle para construir las grandes estructuras de la ciudad. Oquedades “que después fueron utilizadas por los grupos post-teotihuacanos desde el Epiclásico y hasta principios del Siglo XX”.
En palabras de la doctora en Ciencias Ambientales, con los trabajos de excavación de los años 90, quedó claro que después del colapso teotihuacano hubo una ocupación del inframundo, es decir, de los túneles. “Había entierros y áreas de actividad tanto de grupos Coyotlatelco como Mazapa y viviendas en los periodos azteca”. Agregó que, de acuerdo con las evaluaciones cronológicas, el periodo Coyotlatelco inició 200 años después del colapso teotihuacano, pero no se puede descartar una presencia de habitantes previa.
“Cronologías como ésta ayudan a ajustar las del Epiclásico y Posclásico para el centro de México, a pesar de que no tenemos las mismas fronteras que otras cronologías, es deseable continuar el trabajo y así poder afinar estos periodos de las ocupaciones post-teotihuacanas”. Además, de “poder contribuir a esclarecer la incertidumbre de las edades que se obtienen con el método de la hidratación de obsidiana”, finalizó la investigadora.
Al tomar la palabra, Luis Barba Pingarrón, titular del Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, respondió a la pregunta ¿Cómo se excavaron los túneles del valle de Teotihuacan? Detalló, en primera instancia, que la geología de este valle tuvo algunas etapas de actividad volcánica, misma que provocó una estratigrafía y una distribución de los materiales volcánicos para su utilización. “Basalto, tezontle, la toba y el suelo fueron los materiales (subterráneos) con los cuales los teotihuacanos construyeron su ciudad”.
El ingeniero químico y doctor en Antropología, explicó que se presentaron depresiones, como resultado de la extracción de esos materiales, “son alrededor de 18 depresiones las que se pudieron reconocer en el terreno y la estimación de volumen de materia removido es de alrededor de 670 mil metros cúbicos de material aprovechado por los teotihuacanos para sus construcciones”. Comentó que para tener una idea de cómo se utilizaron los materiales en este valle, se puede observar la pirámide del Sol. Esta estructura tiene en su núcleo tierra suelta y en forma de adobes, la recubre tezontle extraído de los túneles y un aplanado de lodo con fragmentos tezontle. “El gran volumen de las estructuras teotihuacanas es la tierra recogida de la superficie del sitio arqueológico y la piedra que utilizaron principalmente fue el tezontle”.
Subrayó que un elemento por el cual se pensó que había cuevas naturales en Teotihuacan, fueron los pilares de soporte de las cámaras excavadas. Los habitantes “necesitaron tener martillos de piedra para sacar ese material y cargar en las espaldas los bloques de material poroso y ligero. El aprovechamiento de estos elementos por el trabajo humano dejo cicatrices en el terreno. Para construir los muros de las unidades habitacionales hubo cerca de 200 años de excavación y perforación de túneles alrededor de la ciudad de Teotihuacan”, afirmó el experto.
En su participación, Raúl Valadez Azúa, titular del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, habló de ¿Cómo cambió el aprovechamiento de la fauna después del colapso de Teotihuacan? Recordó que, dentro de la dinámica y organización de la ciudad, la élite gobernante controló el abasto de animales para su uso alimenticio, como los perros, venados y guajolotes; de manufactura, como el cocodrilo y el jaguar; y religioso, como el lobo, el coyote y el puma. “De ahí que ciertos taxa aparecen de forma constante y continua en las colecciones arqueozoológicas”.
El doctor en biología agregó que, a partir del Siglo VII, el esquema teotihuacano terminó su vida como centro urbano y con la llegada de otros grupos con sistemas de subsistencia básicos, cambió de forma visible la fauna. “La crianza de los guajolotes, por ejemplo, está estrechamente relacionada con la forma de vida de las comunidades. Los datos indican que durante el periodo de los Coyotlatelco y los Mazapa los esquemas de subsistencia eran poco aptos para la crianza de esta ave”.
Sostuvo que, según los planos de tres de las llamadas cuevas, de las Varillas, del Pirul y del Camino, la colección arqueozoológica obtenida comprendió un total de 2 mil 845 individuos vertebrados y 211 moluscos. “En los túneles, lo humano y lo natural interactúo de manera continua durante varios siglos”. Detalló que el estudio de los materiales faunísticos permitió concluir que su presencia y características se relacionaban con varios factores naturales y humanos que actuaron en diferentes momentos, de acuerdo con su uso alimenticio y ritual.
La primera parte del simposio virtual interdisciplinario ¿Qué pasó después del colapso de Teotihuacan?, coordinado por la colegiada Linda Rosa Manzanilla, se encuentra disponible en el canal de YouTube: elcolegionacionalmx
Foto: Cortesía.