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El Parkinson: más allá del temblor

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Actualmente, no existe una cura para la enfermedad, pero sí hay tratamientos disponibles para ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida.

El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta principalmente al sistema nervioso central. Aunque a menudo se asocia con el temblor, éste es solo uno de los muchos síntomas que pueden experimentar las personas que viven con esta condición. Es crucial entender que el Parkinson es mucho más complejo y diverso de lo que la imagen popular suele mostrar.

Esta enfermedad se produce por la pérdida de neuronas en una parte del cerebro llamada sustancia negra, responsable de producir dopamina, un neurotransmisor vital para controlar el movimiento, la motivación y el estado de ánimo. La disminución de dopamina provoca una serie de síntomas motores característicos, como la bradicinesia (lentitud de movimientos), la rigidez muscular, los temblores (que suelen aparecer en reposo) y la inestabilidad postural, que puede llevar a caídas.

Sin embargo, el Parkinson no se limita a los síntomas motores. Una amplia gama de síntomas no motores puede afectar significativamente la calidad de vida de las personas. Estos pueden incluir problemas de sueño, depresión, ansiedad, fatiga, pérdida del olfato (anosmia), estreñimiento, cambios en el habla (disartria) y dificultades cognitivas, como problemas de memoria y concentración. La presencia e intensidad de estos síntomas varían considerablemente entre individuos, lo que hace que cada caso de Parkinson sea único.

Aunque la causa exacta del Parkinson aún no se conoce completamente, se cree que una combinación de factores genéticos y ambientales juega un papel importante [1]. La investigación continúa avanzando para comprender mejor los mecanismos subyacentes de la enfermedad y desarrollar tratamientos más efectivos.

Actualmente, no existe una cura para el Parkinson, pero sí hay tratamientos disponibles para ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida. Estos incluyen medicamentos que aumentan o sustituyen la dopamina, terapias físicas, ocupacionales y del habla, y en algunos casos, la estimulación cerebral profunda (ECP), un procedimiento quirúrgico que puede ayudar a regular la actividad cerebral.

Es fundamental aumentar la conciencia sobre el Parkinson para desmitificar la enfermedad y fomentar una mayor comprensión y apoyo a las personas afectadas y sus familias. Un diagnóstico temprano y un enfoque multidisciplinario que aborde tanto los síntomas motores como los no motores son clave para optimizar el bienestar de quienes viven con Parkinson. La investigación continua ofrece esperanza para el desarrollo de nuevas terapias que puedan detener o incluso revertir la progresión de esta compleja enfermedad.

Por Luis Jiménez, académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)

Foto: Especial.