La traducción debe ponerse al servicio del poema original para verter de la manera más fiel lo que el autor quiso decir: Elsa Cross
“En la poesía, el ritmo es la explosión sonora, la musicalidad, la cadencia, el sentido poético”.
“El poeta es alguien que oye y que ve: del oído que tenga producirá su ritmo y del ojo que tenga brotará la imagen”. Palabras de la poeta y traductora Elsa Cross, invitada de Vicente Quirarte, miembro de El Colegio Nacional y coordinador del curso Poesía y traducción.
Celebrado de forma virtual y transmitido por las redes sociales de la institución, luego de ser presentada por el colegiado como un ejemplo de lo que deber ser un poeta: “una persona extraordinaria, un ser humano sensible y abierto a todas las manifestaciones del espíritu”, la doctora en Filosofía por la UNAM añadió en su discurso una breve descripción del poema que, enlazado a un ritmo, convierte a la imagen en el cuerpo del poema, aun cuando sea imposible precisar “qué produce a qué”, porque la imagen no termina siendo una descripción real.
“La frase poética es ya, en sí, imagen: una imagen no describe, no representa algo, sino como han dicho Ezra Pound, Vicente Huidobro, Octavio Paz y muchos otros, lo presenta. No nos dice cómo o por qué un árbol y un atardecer son bellos, sino que nos lo ponen enfrente. La imagen es la esencia misma de lo poético”.
Una clase, curso al fin, alrededor de la traducción, pero también de las formas o los géneros y hasta del proceso creativo, donde Elsa Cross propició distintas aproximaciones al ejercicio poético, quizá con una certeza dentro de su mirada: “Si la filosofía se expresa en conceptos y el mito en símbolos, la poesía habla, fundamentalmente, en imágenes”.
Elsa Cross diseñó su cátedra con un enfoque didáctico, desde lo que ha significado para ella la experiencia de la traducción o de cómo la entiende, porque al final “puede haber tantos criterios como traductores y creo que todos son válidos”.
“Hay quien aborda la traducción de un poema con la idea de crear en la lengua de la que traduce otro poema perfecto en sí mismo, aunque a veces tenga que rebasar o modificar, de alguna manera, al poema original; hay trabajos notables que parten de esta perspectiva, pero me doy cuenta de que estoy en el polo opuesto y considero más bien que la traducción debe ponerse al servicio del poema original, para verterlo de la manera más fiel —no estoy diciendo literal, sino fiel— y dar una idea más cercana de lo que el autor quiso decir”.
De acuerdo con la Premio Nacional de Artes y Literatura 2016, a veces resultaría deseable que el poeta traducido lo hubiera dicho en otra forma; incluso se cae en la tentación de tratar de enmendarlo, “para lo que sería mejor hacer un poema propio o buscar a un autor que se acerque más a lo que queremos”.
“Y aunque se ha dicho con frecuencia que sólo un poeta puede traducir a otro, hay estupendos traductores que no son poetas ellos mismos, pero tienen muy buen oído para la poesía, similar al caso de la música, pues hay excelentes ejecutantes y directores de orquesta que no son compositores; aun así, una cosa y la otra nunca dejan de ser un desafío”, destacó Elsa Cross.
Para la autora de títulos como Insomnio o El vino de las cosas, no basta conocer a la perfección o en un grado aceptable las dos lenguas y traducir los versos de acuerdo con lo que dicen las palabras, sino que “tiene que trasladarse también el sentido poético y, sobre todo, como decía Ezra Pound, el efecto poético”.
“Esta noción me parece muy importante: qué es ese efecto poético, en qué reside, cómo se da o cómo se descubre. Fundamentalmente es lo que nos transmite de manera instantánea lo que es la poesía, lo que nos hace sentirla en un determinado verso y ahí pueden intervenir el poder de las imágenes o del ritmo, del sonido, del tono o el significado, o lo que se quiera, pero es algo que se transmite a través de las palabras”.
El mundo de la traducción
Durante su lección, Elsa Cross recordó una frase de Octavio Paz, quien decía que el lenguaje es, en su esencia, “una traducción del mundo no verbal”, para enfatizar la necesidad de reflexionar sobre el grado de compenetración que tiene el traductor con el poema que intenta traducir.
“Me doy cuenta de que los textos que he traducido han sido poemas con los que tenía una afinidad profunda, en realidad sentía que esos poemas traducían ya, a su vez, una visión que compartía con el autor y que eso era lo que había querido traducir: es, quizás, lo que siempre quise traducir”.
Sin embargo, para lograr lo anterior es necesario, como decía Pound, someter el lenguaje a la visión y esto sólo lo logrará el traductor haciendo uso de todos sus recursos, “afinando más el oído y sabiendo, por ejemplo, por qué en un verso va a utilizar la palabra viento y no aire, por qué se va a comer determinadas palabras que están en el original, pero que no caben en la traducción, o cómo va a ir graduando la intensidad para alcanzar el efecto deseado y recrear esa visión original”.
Desde otra perspectiva, el poeta tiene que ubicar la época y el contexto del poema para afinar los campos semánticos. Aunque se trate de un sólo idioma, no se pueden aplicar los mismos criterios para traducir a un poeta alemán del romanticismo que a uno de la posguerra.
“Uno tiene que sumergirse lo más posible en el contexto del poema: qué traduce en la visión del mundo; qué refleja su luz y su oscuridad. También debe familiarizarse con las formas poéticas hasta llegar a sentir el poema casi en la piel y, de ahí, quizá, trasladarse la verdadera forma del poema, cualquiera que esta sea”.
En esa mirada hacia otras manifestaciones artísticas, Elsa Cross extrajo de su memoria un pasaje del pianista y director de orquesta Daniel Barenboim en relación con una sonata de Beethoven, sobre la cual dijo que “forma no es un término técnico: es una fuerza emocional”.
“De todo esto debe estar consciente el traductor, aunque sea en una mínima medida, a fin de contar con más recursos tanto conceptuales como lingüísticos para su traducción: debe tener realidad en cuanto al contexto, pero también en lo que toca a la construcción interna del poema mismo, lo cual le ayudará a tener presentes otros elementos”.
En su faceta de traductora, Elsa Cross tiene en su bibliografía La locura divina: Poetas místicas de la India, un interés que comparte con Octavio Paz, cuya obra El arco y la lira la considera como la gran obra poética del siglo XX, que “conserva una vigencia extraordinaria a pesar de que fue escrito en 1956”, aun cuando en su conversación, la poeta partió de un planteamiento que definió como más esquemático y sucinto, el que ofrece Ezra Pound en su libro El arte de la poesía, en especial al hablar de algunas categorías poéticas.
“Estas son tres que no parecen haber cambiado a través de las edades: ritmo, imagen y significado. Pound menciona estos elementos hablando de ellos como de tres ‘géneros’ de la poesía y dándoles nombres griegos en un gesto muy personal: melopea, que tiene que ver con la musicalidad y el ritmo del poema; fanopea, que es la proyección de imágenes visuales y logopea, que él describe como ‘la danza del intelecto entre las palabras’”.
Pese a ello, más que dividir estos elementos como géneros de la poesía, a la poeta y traductora le resultó más natural verlos como tres ingredientes indispensables de cualquier poema: “habrá poetas en los que predominen las frases de ritmo y de sonoridad sobre las de imagen; en otros habrá una fuerza mayor de la imagen y otras más tendrán elementos conceptuales que constituyan el eje de un poema.
“Naturalmente que un poeta que maneje con maestría los tres elementos estará en posibilidad de hacer un poema excepcional, como Muerte sin fin, de Gorostiza, o Piedra de Sol, de Octavio Paz, para citar dos ejemplos muy cercanos a nosotros. Hechos los dos en metros clásicos, Muerte sin fin combina varios y Piedra de sol tiene endecasílabos blancos —es decir, no rimados—, no sólo poseen una serie deslumbrante de imágenes, sino un significado profundo”.
A su parecer, desde cada uno de los dos poemas se puede deducir una visión del mundo completa, casi un sistema de pensamiento, “pero eso se va a inferir del poema mismo, no lo dirá expresamente”.
Al reflexionar en torno a lo que un poema pierde en la traducción, al igual de lo que se gana, Elsa Cross aseveró que sólo de lenguas muy próximas, sobre todo fonéticamente, puede esperarse una traducción precisa, como sucede entre el italiano y el español, ante lo cual es más interesante ver al ritmo y a la imagen como la materia prima del poeta, de la misma manera como el lienzo y la pintura lo son para un pintor.
“En la poesía, el ritmo es la explosión sonora, la musicalidad, la cadencia, el sentido poético. Pero hay también un ritmo en la secuencia de las imágenes y en el desarrollo conceptual de los motivos poéticos, es el orden mismo de los elementos lo que crea en sí un ritmo interior más sutil”.
La cátedra de Elsa Cross, como parte del ciclo Poesía y traducción, coordinada por el colegiado Vicente Quirarte, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx
Foto: Cortesía.